Cuentos Infantiles

EL ELEFANTE Y LA MANTEQUILLA DE MANI



¿Por qué lloras? – Pregunta Carlitos a un enorme elefante, que llora desconsolado tras las rejas en un enorme zoológico.
¿Puedes imaginar a un elefante llorando? Sus lágrimas salpicaban a los pequeños que asombrados lo miraban.
Lloraba tanto que no podía responder. Entonces Carlitos insistió: - Dime ¿qué te pasa? ¿qué te hicieron? – Cuando se calmó un poco, con voz profunda y muy despacio, le contó, que había sido muy feliz en su hogar de la selva, hasta que un día, unos hombres vestidos con ropa de cazadores, sombreros para safari y botas altas para evitar mordeduras de serpientes, llegaron armados con armas que hacían mucho ruido y utilizando unas redes gigantescas, lo atraparon, lo subieron a un barco, en dónde viajó muchos días, hasta llegar al zoológico donde ahora se encontraba.
El elefante perdió el apetito y no quería comer, ni reír, ni jugar. Extrañaba mucho su casa, su familia y sus amigos.

Carlitos se sintió muy triste también al escuchar su historia, y para tranquilizarlo le dijo: - no te preocupes, yo te sacaré de ahí, y buscaré la forma de llevarte de regreso a casa – Y el elefante comenzó a sentirse un poquito tranquilo.
Después de mucho darle vueltas a la cabeza, a Carlitos le vino una gran idea y logró sacar a su amigo del zoológico.

Juntos atravesaron la ciudad hasta un enorme granero, en dónde se almacenaba el maní que se cosechaba en el pueblo. Almorzaban juntos todos los días y soñaban con el momento en el que pudieran viajar de regreso a su hogar en la selva.

Un día, a Carlitos se le ocurrió otra idea genial, pensó que, si le llevaba música a su amigo, se le harían los días más cortos, mientras durase su encierro.
Así fue como el elefante comenzó a escuchar música y le gustaba mucho, fue descubriendo distintas melodías, y sin pensarlo, un día se puso a bailar.
Bailaba moviendo todo su enorme cuerpo, levantaba una pata y luego otra, sacudía las orejas y toda la cabeza, no podía parar de bailar ¡y se sentía muy feliz!
Nunca antes había bailado y esta experiencia le gustó muchísimo, pero… ¡Qué horror! Aplastó todo el maní del granero, y estaba todo triturado en el piso ¡había una alfombra de crema de maní!
Cuando llegó Carlitos encontró al elefante sentado en la alfombra de crema de maní, muy feliz, saboreando el delicioso descubrimiento que le dio a probar y ¡estaba riquísimo!

Y como Carlitos era un niño con magníficas ideas, se le ocurrió vender galletas con mantequilla de maní y con ello, pudo comprar el pasaje para que su amigo regresase a su hogar en la selva.

Y así un día, con lágrimas en los ojos y un pañuelo en la mano, Carlitos se despidió de su amigo. Se alegró a pesar de que le extrañaría, pues el elefante sería muy feliz en la selva, en su hogar junto con su familia y amigos. 
Desde el barco el elefante también le dijo adiós, y en su corazón grande y su memoria que no olvidaría, se llevó el amor y los bellos recuerdos compartidos con Carlitos.

FIN

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